lunes, noviembre 28, 2005

Tematizar la investigación bibliotecológica: IV. El papel de la biblioteca como institución social

La institución es el mecanismo con que la sociedad organiza, orienta y realiza las actividades que llevan a satisfacer sus necesidades humanas y a aportar valores o significados culturales. Para entender la biblioteca como una institución social, puede partirse de la definición que ofrece Luciano Gallino en su Diccionario de Sociología, según la cual toda institución es un:
“Conjunto de valores, normas, costumbres que con diversa eficacia definen y regulan en forma duradera, independientemente de la identidad de las personas individuales, y en general más allá de la vida de éstas: a] las relaciones sociales y los comportamientos recíprocos de un determinado grupo de sujetos cuya actividad se dirige a conseguir un fin socialmente relevante, o a la que se atribuye de alguna manera una función estratégica para la estructura de una sociedad o de sectores importantes de ella; b] las relaciones que un conjunto no determinable de otros sujetos tienen y tendrán a diverso título con ese grupo sin formar parte de él, y sus comportamientos respecto de él”.
Así pues, una institución social es una estructura organizada y estable de valores, normas y procedimientos que integran a un grupo de personas con la finalidad de satisfacer una necesidad social.
Toda cultura posee una organización social que está determinada por sus instituciones sociales. De acuerdo con lo expuesto por Jesse Shera
[1], quien a su vez se basa en William Graham Summer y en Lowell Martin, para exponer dos conceptos de institución social, se tiene que, por una parte, la institución surge de una costumbre y se compone de un concepto, un sistema teórico que la justifica y la explica, y una estructura que consiste en: el personal calificado, la tecnología y las técnicas que les permiten realizar las tareas, la organización en un sistema de trabajo con responsabilidades, y lo que Shera denomina “el ritual”, que consiste en un conjunto de costumbres, reglas y ceremonias grupales que regulan el comportamiento institucional de los miembros.
De otro lado, también se concibe como institución social a la entidad o práctica que genera una sociedad para que desempeñe un servicio específico.
Según lo anterior, en este trabajo se considera a la biblioteca como una entidad genérica que alude a los distintos tipos de unidades de información que estudia la bibliotecología, tales como las bibliotecas escolares, públicas, académicas, especializadas y centros de documentación. En tal sentido, se asume a la biblioteca como una institución social en tanto que entidad universal, y a los distintos tipos de bibliotecas como organismos sociales concretos, y según la concepción de Jesse Shera, como organismos de comunicación gráfica. Igualmente, de la biblioteca como institución social se derivan organismos sociales tales como las profesiones de bibliotecólogo, documentalista y bibliógrafo, y las asociaciones que aglutinan a estos profesionales como, por ejemplo, ASEIBI, ASCOLBI, ALA, IFLA, FID, etc.
Para Shera, al proponer una teoría unificada de la bibliotecología, la biblioteca como institución social tiene la finalidad de servir a la cultura y es un organismo de comunicación, en tanto que el bibliotecólogo desempeña el papel de mediador entre los seres humanos y sus registros gráficos. Así, el registro gráfico se erige como el concepto central de la bibliotecología, con el cual se realizan los procesos de adquisición, organización y diseminación, que constituyen los aspectos operativos de la profesión, la cual busca cumplir los objetivos de la biblioteca mediante unos recursos básicos que son las colecciones de registros gráficos y las habilidades o capacidades intelectuales para cumplir satisfactoriamente con los aspectos operativos.
Históricamente, se atribuye a la bibliotecología socialista la primera y más importante contribución a resaltar la valoración del papel de la biblioteca no sólo como un componente clave en el sistema social de comunicación sino, fundamentalmente, como parte orgánica de la vida social, económica y cultural de un país y como institución formadora de la conciencia social. La biblioteca ocupa un lugar central en la estructura de la circulación y la utilización social de los libros, de la orientación de la lectura y del servicio de información a la población, y como el espacio propicio para la formación de una personalidad armónicamente desarrollada, esto es, la biblioteca como base de la educación en tanto contribuye a la formación del aspecto espiritual y de la conciencia política y social del hombre, y como centro de divulgación de los logros de la ciencia y de la técnica: "La biblioteca es una institución ideológica y de información científica"
[2], que orienta la labor educativo-cultural y de información a toda la población.
La biblioteca se considera, pues, una institución social tan importante como la escuela o la empresa, máxime en el tiempo actual, cuando la información se ha convertido en un componente fundamental de la dinámica mundial en todas las actividades humanas. Así, en la biblioteca se realizan actividades que contribuyen a la creación y transmisión de valores o de significados, cuyo fin es modelar el comportamiento social mediante la formación de las personas y su integración a las convenciones y estructuras culturales por medio del libre acceso al conocimiento contenido en los registros gráficos.
En el cumplimiento de su misión, la biblioteca es la institución social llamada a orientar a la comunidad hacia la información y a la información hacia la comunidad, y a capacitar a ésta para el manejo y aprovechamiento racional de los recursos tecnológicos e informacionales. Desde el punto de vista vital, según el enfoque orteguiano, mejorar las posibilidades del acceso a la información significa, por una parte, capacitar a las personas que integran un grupo social en el desarrollo de habilidades para el manejo de las herramientas necesarias para tener acceso a la información y, por otra, estimularlas para que se haga un uso adecuado, inteligente y creativo, de esta información, que es un componente esencial en la toma de decisiones que contribuyen a la formación del ethos personal y colectivo, sin el que no es posible el diálogo intersubjetivo mediante el cual se determinan los mínimos éticos necesarios para la convivencia y la construcción del mundo en comunidad, porque como lo sugiere Shera, la biblioteca como memoria de la cultura, debe ser una memoria que no sólo trabaje hacia atrás, hacia el pasado, sino una memoria que trabaje hacia delante, en un sentido futurista o prospectivo.

Por esto, si hay algo que caracterice a la biblioteca a lo largo de la historia de la humanidad, es que ésta siempre ha estado en crisis. La biblioteca nunca ha dejado de ser un lugar privilegiado y a la vez amenazado. Constantemente ha sido el estandarte de los poderosos para exhibir la grandeza de su vanidad, pero también siempre ha sido el lugar más vulnerable y duramente atacado en las épocas de crueldad y destrucción.

Igualmente, la biblioteca es el lugar —tal vez por ser el continente del conocimiento— que ha tenido que transformarse al ritmo de los cambios culturales y tecnológicos. Aunque en cada civilización la existencia de la biblioteca y su viabilidad se hayan puesto en tela de juicio, a pesar de las guerras y de las pobrezas, se siguen construyendo bibliotecas. La biblioteca es el espacio de la crisis permanente y, por lo mismo, es el lugar que tiene asegurada su permanencia entre los humanos.

La biblioteca es una de las instituciones sociales más antiguas que la humanidad ha erigido no sólo como lugar donde se almacena y conserva el conocimiento, sino como lugar de encuentro de sujetos que intercambian ideas y sentimientos, y donde éstos se encuentran —mediante el conocimiento registrado— con las generaciones pasadas y con sus contemporáneos que están distantes geográficamente. Pero al mismo tiempo, la biblioteca como institución social, siempre ha tenido futuro porque ha sabido adaptarse a toda clase de cambios impuestos por las diferentes sociedades que históricamente han habitado el mundo.

La biblioteca es la institución mediante la cual la sociedad provee las condiciones que permitan a sus integrantes el acceso a la cultura, es decir, la biblioteca posibilita la circulación del conocimiento registrado mediante estrategias de transmisión de información y de formación de usuarios de dicha información, para optimizar el uso de esta en tanto que es insumo para la generación de nuevo conocimiento.

En la actualidad, el espíritu de la época nos permite ampliar un horizonte promisorio en el que la biblioteca se concibe como espacio del saber y lugar de encuentro, como entorno de libertad de movimiento y acción intelectual, en el que es posible circular, leer, descansar, conversar y concentrarse en la lectura del mundo cuando se quiera, como se quiera y todo el tiempo que se quiera.

En síntesis, la biblioteca como institución social tiene la responsabilidad de contribuir a la formación de ciudadanía, ofreciendo a su comunidad la libertad de informarse y el acceso al conocimiento, para que los sujetos que la integran tengan posiciones políticas y éticas fundamentadas racional e intersubjetivamente, es decir, que puedan deliberar, participar y tomar decisiones justas y correctas.

Si la biblioteca pretende contribuir (junto con la escuela y los medios de comunicación) a la formación de la autonomía de los ciudadanos, ha de plantearse la búsqueda de estrategias ético-políticas para posibilitar e incrementar tal autonomía en la población, lo que implica incrementar la cobertura del acceso y uso del conocimiento registrado, el más preciado de los bienes culturales de toda sociedad.

[1] SHERA, Jesse. Los fundamentos de la educación bibliotecológica. México: UNAM, CUIB, 1990.
[2] Chubarian, O. S. Bibliotecología general. La Habana: Editorial Científico-Técnica, 1981.

jueves, noviembre 03, 2005

Tematizar la investigación bibliotecológica III: la información como tema/problema

La información, que ha estado en el centro de los estudios bibliotecológicos contemporáneos, se define en términos generales como el conjunto de conocimientos registrados, organizados y comunicados que dan cuenta de la producción cultural de la humanidad. Los registros del conocimiento son fuentes de información, objetos a los que se recurre para obtener la información que se necesita. Y en el campo bibliotecológico, la información en tanto que conocimiento registrado, se relaciona directamente con el concepto de documento, en cualquier formato y soporte.

En el campo de saber bibliotecológico los problemas de la información y de los circuitos de comunicación por lo que esta fluye, han de ser abordados interdisciplinariamente desde los aportes de las ciencias sociales, la filosofía, la política, las ciencias de la comunicación, las ciencias de la educación y, muy especialmente, la ciencia de la información.

Miranda y Simeao, plantean que “la Ciencia de la Información, en virtud de su origen en la industria de la información, parece privilegiar la visión de la información como conocimiento (de alguna manera) registrado, dependiente del concepto de documento en la concepción popperiana del término”. En este sentido, como tarea epistemológica, el estudio, definición y reconceptualización de la información, en tanto que conocimiento objetivado, le corresponde estrictamente a la ciencia de la información. Mientras que, por su parte, la bibliotecología recurre a sus elaboraciones para aplicarlas y validarlas en el entorno del fenómeno comunicacional relacionado con el uso social del conocimiento registrado del que disponen las bibliotecas para cumplir su misión social.

Pero, específicamente, en lo que tiene que ver con los procesos de organización y representación del conocimiento registrado, los aportes de la ciencia de la información son fundamentales. Lo que sí hay que tener siempre presente es que deben estar precisa y claramente definidos los alcances y límites de la ciencia de la información en relación con la bibliotecología, para evitar ambigüedades y equívocos en cuanto al papel que cada disciplina desempeña respecto al objeto de conocimiento “información”.

Así mismo, en el campo de las prácticas bibliotecarias la información o el conocimiento registrado es uno de los factores esenciales que hacen parte de su ámbito de estudio, pero no puede ser el único ni mucho menos el factor determinante de su quehacer, como parece plantearlo el paradigma tecnoeconómico del sistema mundo dominante, centrado en una concepción netamente mercantilista y consumista de la información, en la que los bibliotecólogos corremos el riesgo de convertirnos en servidores autómatas de los flujos fe información con fines comerciales.

La información, más que un objeto que pueda ser colonizado por la cibernética y por el mercado, es conocimiento objetivado y modelado por las interacciones humanas y, desde la perspectiva fenomenológica, por la intersubjetividad en contextos sociolingüísticos determinados histórica y culturalmente, lo que obliga es a realizar un abordaje analítico e interpretativo de la complejidad de los circuitos comunicacionales.

Así las cosas, la información como tema/problema de la bibliotecología, ha de ser abordada en relación con otros componentes de su campo del saber bibliotecológico, tales como el usuario/lector de información documental, y el contexto histórico y sociocultural en el que interactúan bibliotecarios, usuarios, información y tecnologías.

Respecto a este asunto de la información como tema/problema de la bibliotecología y su relación con la ciencia de la información, véanse las investigaciones de J. Budd, R. Capurro, B. Hjørland, B. Frohmann, D. A. Kemp, y E. Svenonius, entre otros citados en El Salvavidas Epistemológico: Epistemología y Filosofía de la Ciencia para Científicos de la Información (URL: http://www.iva.dk/jni/lifeboat_old/Spanish/Salvavidas.htm).
MIRANDA, Antonio y SIMEAO, Elmira. La conceptualización de masa documentaria y el ciclo de interacción entre tecnología y el registro del conocimiento. En: E-LIS, Eprints in Library and Information Science. URL: http://eprints.rclis.org/archive/00002440/01/Concepmasadocumentaria.pdf

jueves, septiembre 22, 2005

Tematizar la investigación bibliotecológica (II. El objeto de conocimiento de la bibliotecología)


De nuestra primera entrega, podemos deducir que la teoría de la Bibliotecología ha de preguntarse por los fundamentos disciplinares, por su sentido social y político, por la validez de sus fines y valores, y por la legitimidad de sus prácticas de intervención y transformación de la realidad sociocultural de las comunidades en que actúa. Ahora, en esta segunda parte, trataremos de debatir el tema del objeto de estudio o de conocimiento de la Bibliotecología, puesto que es uno de los asuntos fundamentales que han de ser tematizados en un proyecto de construcción teórica disciplinar.

Desde el enfoque fenomenológico, y también en concordancia con la perspectiva de los estudios culturales latinoamericanos, la tematización del objeto o de los objetos de conocimiento de la Bibliotecología debe realizarse en el contexto de las luchas y de los problemas de la transmisión social del conocimiento y de la conservación de la tradición para posibilitar la transformación sociocultural y política de la colectividad. Además, tales objetos de conocimiento han de caracterizarse por su autonomía y especificidad en relación con las demás disciplinas de las ciencias sociales y de la comunicación.

En este apartado se esboza un primer acercamiento crítico, desde la perspectiva fenomenológica, al objeto de estudio planteado en la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia, y se confronta con la propuesta realizada a partir de la investigación “Fundamentación epistemológica del objeto de estudio de la bibliotecología orientada al contexto sociocultural colombiano”
[1], puesto que es necesaria la revisión permanente del saber bibliotecológico, en tanto que todo saber conlleva recontextualizaciones que dependen de los procesos socioculturales en que se realizan sus prácticas.

Para comenzar, encontramos que la Comisión Interdisciplinaria conformada para elaborar la propuesta de transformación curricular para la Escuela Interamericana de Bibliotecología, sintetizó los conceptos fundamentales, los objetivos y los procedimientos de un desarrollo curricular, “sin llegar a manejos teóricos, metodológicos y técnicos exhaustivos”, para definir el objeto de estudio de la bibliotecología en los siguientes términos:

"La transferencia de información, entendida como un proceso activo de recuperación y comunicación de la información, es el objeto de estudio de la bibliotecología.
En la práctica profesional, la información registrada en cualquier soporte es el recurso fundamental de la bibliotecología, la cual debe ser transferida de acuerdo al contexto social en el que está inmersa y en un proceso de servicio, teniendo al usuario como sujeto"
[2].

A mi modo de ver, proponer y asumir “la transferencia de información” como el objeto de estudio de la Bibliotecología es un desacierto inaceptable a la luz de las siguientes tesis:

· La Bibliotecología es una disciplina de las ciencias sociales que se orienta a ejercer sus prácticas socio-culturales caracterizadas por realizarse en un espacio específico, la biblioteca, y con unas mediaciones bien determinadas, los objetos que contienen el conocimiento registrado.
· En el marco de una práctica socio-cultural, el papel del bibliotecario se ejerce en, con y para unas comunidades de lectores y actores sociales movidos por la necesidad de tener acceso al conocimiento.
· Las prácticas socio-culturales tienen una intencionalidad definida, la inclusión social, la cual sólo es factible de ser lograda mediante la formación de ciudadanos críticos y dotados de las capacidades no sólo para deliberar y participar en los proyectos colectivos, sino para orientar autónomamente su accionar político.
· Las prácticas bibliotecarias, en tanto que prácticas intelectuales, se orientan no sólo a posibilitar el acceso a la información, sino a la intervención socio-cultural y, de esta manera, contribuyen a los proyectos de transformación de las comunidades en busca de estados más satisfactorios de las condiciones de vida colectiva e individual.
· La construcción de la teoría de la Bibliotecología se ha de basar en tales prácticas bibliotecarias, por lo tanto, parte de la explicitación vivencial y conlleva la sistematización de la experiencia y la comprensión de los contextos sociales en los que se ejercen tales prácticas.

A la luz de estas tesis, asumir “la transferencia de información” como objeto de estudio es una postura que le da continuidad y que ratifica una caduca perspectiva positivista de las ciencias sociales, que pretende sustentarse en unos objetos de estudio deterministas y definidos como si fueran componentes de un mundo exterior que pueden ser empíricamente objetivizados, controlados, manipulables y sobre los que se elaboran ciertas predicciones.

“La transferencia de información” como objeto de estudio da cuenta de un grave facilismo de la comunidad académica bibliotecológica, de una actitud irreflexiva y antiacadémica, puesto que al plantear un objeto que aparentemente puede ser bien definido, por lo que aporta la cibernética en la teoría de la información, se cree tener mayor dominio de tal objeto, aspiración propia de la racionalidad estratégica cientificista que se basa en la eficiencia de los sistemas, pero que desconoce la preponderancia del factor humano y social que caracteriza la práctica bibliotecaria.

Esto quiere decir que se olvida dramáticamente que las prácticas bibliotecarias tienen que ver con el mundo de la cultura, de las interacciones sociales, las que no pueden ser determinadas por la cibernética ni por la ingeniería de la información, puesto que el mundo de la vida, de las relaciones intersubjetivas, el mundo comunitario, se mueve por valores y cosmovisiones que constantemente cambian y se le escapan del control a las teorías deterministas.

Además, hay que tener en cuenta la consideración de que el bibliotecario es un sujeto social, con sus valores y cosmovisión puestos en juego en contextos donde priman las relaciones intersubjetivas, y por lo tanto, sus acciones afectan a las comunidades y al mismo tiempo es afectado por ellas, en los procesos de intervención y transformación socio-cultural. Es decir, el bibliotecario no puede ser un agente externo y neutral en el ejercicio de su profesión.

Ahora bien, podría considerarse que “La transferencia de la información” es un objeto de estudio propio de la ciencia de la información fundamentada en la cibernética. Pero, tal objeto de estudio a la Bibliotecología sólo puede interesarle como parte de las técnicas a estudiar y aplicar en procesos de organización y transmisión automatizada de información, lo cual está lejos de ser el asunto central de una disciplina social.

Así que, considerando las tesis anteriores, me atrevo a afirmar que la comunidad bibliotecológica se equivoca si cree que va a tener un mayor dominio sobre un objeto de estudio que no le es propio, que no está en correspondencia con su quehacer ni con su misión socio-cultural. Esta actitud sólo podría conducir a una deslegitimación social de la profesión, a la pérdida del sentido cultural y a la reducción de su disciplina a una simple técnica de procesamiento autómata de información, que ya las técnicas de inteligencia artificial prometen hacerlo mejor a corto plazo.

Además, asumir este objeto de estudio lo que hace es abrirle las puertas a la aplicación de técnicas de transferencia de información con una intencionalidad puramente mercantilista, cuyo impacto en nuestras sociedades no es otra cosa que la exclusión social y el aumento de la brecha informacional entre pobres y ricos, con todos los desequilibrios e injusticias que esto conlleva.

En resumen, este objeto de estudio disciplinar es incompleto en relación con el campo de acción de la bibliotecología, es decir, no concuerda con la práctica bibliotecaria que requiere todo contexto sociocultural. El concepto “transferencia de información” se refiere específicamente a un mero proceso de llevar de un lugar a otro un objeto, en este caso, la información.

En esta propuesta planteada por la Comisión de la Escuela Interamericana de Bibliotecología, no se analizan cuestiones críticas como ésta: ¿dónde está la información? Cuando este proceso de transferir información es problematizado, se encuentra que sólo corresponde a una parte de lo que constituye la misión del bibliotecario y la función de la biblioteca entendida como institución social, negando o desconociendo otras facetas de su papel como entidades culturales, centradas en la comunicación y la educación de las comunidades de lectores.

Así mismo, en un proceso de transferencia de información el bibliotecario se percibe como un agente pasivo, puesto que no tiene capacidad de actuar autónomamente en una dinámica en que la impera el sentido mercantilista y consumista de la información, como lo impone el sistema capitalista en el que estamos. En este sentido no hay coherencia con el propósito de formar bibliotecólogos con el perfil de agentes promotores de cambio cultural y social, y como educadores que contribuyen a la formación de ciudadanos en una democracia participativa. Además, la información es sólo uno de los aspectos de la actividad bibliotecaria. Reducir la biblioteca a un centro de transferencia de información conlleva la pérdida de funciones, incluso de esencial importancia, como las que se acaban de mencionar.

De otro lado, como resultado de la investigación sobre la propuesta de un objeto de estudio para una bibliotecología orientada al contexto sociocultural colombiano, se planteó la tesis de asumir
el fenómeno comunicacional como categoría central para la teoría de la bibliotecología, puesto que esta disciplina es una entre muchas de las que proporcionan lenguajes, signos, símbolos, representaciones de lo cultural, es decir, comunicación, concebida como un fenómeno de acción y transformación social. Es decir, se parte de la certeza de que la Bibliotecología hace parte de un proceso activo de creación y re-creación de códigos de comunicación para la interacción social y para la acción política.

La bibliotecología es una disciplina cuyas prácticas intelectuales y sociales contribuyen a la reorientación y reorganización del espacio político, mediante la preservación, el acceso y uso cultural del saber producido y acumulado por la humanidad, redimensionando la comunicación como unión de mentes humanas que se comunican por medio de registros gráficos, a la manera de Shera, sirviendo de puente y motor para la transformación social, el avance tecnológico y la formación de un espíritu investigativo, crítico, deliberativo y científico; a la vez que propende por el desempeño de los profesionales como gestores culturales, sociales y políticos.

En esta línea de teorización trazada hasta aquí, y de una manera conjetural, sólo nos queda presentar y dejar abierto al debate, el enunciado que se plantea como objeto de estudio o de conocimiento a partir del cual emprender la construcción de una teoría y unas prácticas disciplinares con sentido social:

La bibliotecología estudia el fenómeno comunicacional, concebido como un proceso transformador de la sociedad, que tiene como centro la biblioteca, entendida como institución social traductora de la interculturalidad, en la cual el bibliotecólogo, al empoderarse de su saber, es un interventor cultural que influye radicalmente en los procesos de construcción simbólica y representación del mundo social o mundo de la vida, mediante la información documental, definida como el conocimiento registrado que se organiza, preserva y difunde.

De esto se desprende la tesis de que para indagar por el objeto o los objetos de conocimiento de la Bibliotecología, hemos de remitirnos a las prácticas bibliotecarias en las que los sujetos interactúan para preservar, organizar, acceder, reproducir y recrear el conocimiento. Por lo tanto, este saber no puede desligarse del contexto sociocultural y político en el que ocurren tales interacciones.

Desde las prácticas bibliotecarias —descritas, enunciadas y comprendidas dialógicamente— no sólo se le da sentido al fenómeno comunicacional que ocurre en las luchas por el acceso, la apropiación y la preservación del conocimiento en el espacio bibliotecario, sino que se provee del carácter objetivo al saber bibliotecológico. Y la objetivación del discurso bibliotecológico posibilita su promoción y su recreación mediante la inserción de nuevas comprensiones.

En consecuencia, el saber bibliotecológico se orienta a la comprensión del fenómeno comunicacional que ocurre en las complejas interacciones intersubjetivas de quienes habitan el espacio bibliotecario movidos por las necesidades de acceso al conocimiento y por las dinámicas luchas de poder por el control de los significados y de las representaciones simbólicas del mundo de la vida.
NOTAS:
[1] Quintero Castro, Natalia; Quiroz Pérez, Angela María; Vásquez Quijano, Nartyjulieth; Lopera Lopera, Luis Hernando. Objeto de estudio para una bibliotecología orientada al contexto sociocultural colombiano: propuesta abierta al debate. En: Revista Interamericana de Bibliotecología (Medellín) Vol. 26, No. 02, Jul.-Dic. 2003, Separata p. 1-66
[2] Comisión Interdisciplinaria Escuela Interamericana de bibliotecología. Propuesta de Transformación Curricular para la Escuela Interamericana de Bibliotecología. En: Revista Interamericana de Bibliotecología. Medellín. Vol. 19, No. 2 (Jul.-dic. 1996); p. 7-45

martes, septiembre 13, 2005

Tematizar la investigación bibliotecológica (I. La cientificidad de la Bibliotecología)


“Tiene sentido tematizar, dirigir la atención a algo, siempre y cuando se haga presente la intencionalidad de aportar a la construcción de una racionalización de la experiencia, en la cual se constituya una perspectiva sistemática o —por lo menos— rigurosa de socialización de sentidos que se pueden sedimentar y servir de suelo de toda posible praxis comunitaria y comunicativa”.
Germán Vargas Guillén
[1]



INTRODUCCIÓN

Se exponen los asuntos centrales que hacen parte de un ejercicio de tematización, elaboración crítica y sistemática, de la Bibliotecología, desde el enfoque de la fenomenología en los términos planteados por Germán Vargas Guillén. Se proponen como temas a desarrollar en una investigación teórica desde esta perspectiva filosófica la cientificidad de la Bibliotecología, el objeto de conocimiento de la Bibliotecología, la información como tema/problema, el papel de la biblioteca como institución social y la tematización de las prácticas bibliotecarias.


LA CIENTIFICIDAD DE LA BIBLIOTECOLOGÍA

Para comenzar a plantear una crítica a la intencionalidad de sustentar el carácter científico de la Bibliotecología, vamos a partir del análisis de las condiciones epistemológicas de una ciencia.

Los cinco criterios epistemológicos que le dan el estatus a una ciencia son: objeto, método, validez, historicidad y enseñabilidad.

La epistemología, según Piaget, se encarga de buscarle respuestas a cinco preguntas disciplinares fundamentales
[2]:
Qué objeto de estudio tiene una disciplina y cómo lo delimitan sus diversas tendencias
Qué métodos se utilizan para estudiarlo, según las tendencias
Qué procesos de validación social se requieren para contextualizar los desarrollos disciplinares
Cuál es la historicidad de la disciplina
Cómo es su enseñabilidad

La pregunta que cabe plantearse en principio es: ¿Qué tanto se cumplen estos criterios por la Bibliotecología?

La tesis inicial que aquí se plantea es que la Bibliotecología no es en sentido estricto una ciencia, sino una disciplina compuesta por una teoría, un conjunto de conocimientos técnicos organizados de tal manera que posibilitan su enseñabilidad, y una práctica sociocultural que está relacionada con la transmisión del conocimiento registrado con un propósito bien definido: la inclusión social de los sujetos y la formación de estos en los valores éticos, estéticos y políticos determinados por el sistema social.

La afirmación de que la Bibliotecología no es una ciencia nos remite, sin embargo, a los criterios de cientificidad y a una revisión de la teoría de la Bibliotecología a la luz de estos, para tratar de identificar las limitaciones y los alcances de ésta. Posteriormente, sería necesario ubicar a la Bibliotecología como disciplina y como práctica social, para entonces intentar plantear sus nociones, categorías, conceptos y tesis fundamentales, sus principios, finalidades, intencionalidades, orientaciones y tendencias, su caracterización y regularidades, sus problemas propios y sus objetos de conocimiento y de prácticas socioculturales.

Entonces podemos concebir a la Bibliotecología de manera distinta. Podríamos afirmar que la nueva configuración del mundo hace que cambie la disciplina y que las dinámicas sociales obligan a que las prácticas bibliotecarias se recreen y cobren otras dimensiones, o que para estas prácticas se abren otros horizontes de sentido cuando las condiciones socioculturales se ven modificadas drásticamente, en el caso actual, por la globalización y el uso intensivo de las tecnologías de la información y la comunicación.

Además, hemos descubierto desde la postura de las ciencias de la discusión, que si la ciencia positivista reduce la realidad y coloniza el mundo de la vida, entonces no es el modo de construir un conocimiento que pretende comprender nuestra realidad y plantear estrategias de intervención y transformación desde el espacio bibliotecario.

Entonces la Bibliotecología ha de orientar su papel sociocultural y político hacia la comprensión e intervención de las luchas por la preservación de la identidad y la resignificación de las narrativas que dan cuenta de las representaciones colectivas, las luchas por las representaciones culturales emergentes, las luchas por el acceso y el uso del conocimiento para los excluidos, el derecho de los marginados a la deliberación y a la participación en los proyectos que determinan su manera de habitar el mundo.

En vez de encaminarnos por una vía que parece más una fuga, tratando de recopilar los elementos para sustentar la posibilidad de una epistemología cientificista de la Bibliotecología, quizás sea más retador y, por lo mismo, más tortuoso pero más significativo, partir de la hipótesis aparentemente negativa y un tanto pesimista, de que la Bibliotecología no es una ciencia en un sentido estricto. Lo que nos obliga a ubicarnos en un campo de reflexiones más amplio como lo es el de la teoría de la Bibliotecología, sin que se pierda un elevado nivel de rigurosidad, pero desprendiéndonos de la carga (positivista) que supone hablar de una epistemología en sentido estricto. Sin embargo, es imprescindible que para hablar de una teoría de la Bibliotecología haya que recurrir a las ciencias sociales, a la filosofía, a la educación, a la comunicación y a la tecnología.

Se trata de asumir a la Bibliotecología como una localidad de saber cuyos principios lógicos teóricos han cambiado en la misma medida en que las culturas se han transformado. Es necesario desarrollar esta idea porque sobre ella se puede comenzar a definir y construir una lógica que, según el giro filosófico de la época actual, ha de estar enmarcada por una discursividad dialógica o comunicativa y centrada en las situaciones experienciales, es decir, en las situaciones vitales en las que ocurren los fenómenos o circuitos comunicacionales en el lugar bibliotecario. El resultado de la reflexión y argumentación en este campo intelectual es la construcción de un discurso bibliotecológico que sólo es significativo en un contexto dado, puesto que el discurso no sólo está determinado por el lenguaje (el juego del lenguaje) sino por unas situaciones socioculturales y políticas específicas, caracterizadas por unas intencionalidades e intereses que están en juego y en una constante interacción y lucha por imponerse y asumir el poder de la toma de decisiones.

Aún si concebimos a la Bibliotecología como una disciplina, tenemos que verificar y dar cuenta de su rigor, su sistematicidad y sus métodos. Esto supone un alto nivel de racionalidad y de formalización del discurso teórico que explicite y oriente sus prácticas intelectuales y sociales, así como su necesaria enseñabilidad.

Esto obliga a que en la investigación bibliotecológica básica se aborde la investigación cualitativa, centrada en la subjetividad significativa que le da sentido histórico/comunitario y biográfico/individual al fundamento de una construcción teórica. Para lograrlo se recurre a tendencias filosóficas como la fenomenología, la teoría de la acción comunicativa, la teoría de la argumentación y la filosofía del lenguaje, puesto que toda reflexión está afincada en el lenguaje como tema fundamental y en la intersubjetividad vivida como historicidad, cuya esencia es la racionalidad dialógica. El enfoque fenomenológico parte de reconocer la subjetividad que de manera intersubjetiva le da sentido al mundo de la vida y a partir de ésta recrea la realidad.

Si el saber bibliotecológico constituye la fundamentación racional de las prácticas bibliotecarias, la racionalidad dialógica o comunicativa provee las condiciones y criterios para la construcción de tal fundamentación. Por su parte, en la perspectiva fenomenológica el saber bibliotecológico debe objetivarse para que el sentido de las prácticas bibliotecarias tenga validez y permanencia. Esto significa que el mundo de la vida bibliotecario puede llegar a ser racionalizado mediante la declaración de las situaciones en las que los sujetos (bibliotecarios y usuarios lectores) se encuentran interactuando y compartiendo intersubjetivamente, reconociendo los diversos sentidos que se dan a las situaciones de búsqueda, acceso y uso del conocimiento, y desde este punto construyendo las condiciones que posibiliten la vida comunitaria, la transformación de las situaciones de insatisfacción y la recreación de la cultura.

Parafraseando a Vargas Guillén, necesitamos hallar modos de comprensión de lo bibliotecológico, entender las prácticas bibliotecarias en la cotidianidad de la biblioteca, no sólo como fenómeno sociocultural, sino como prácticas de conocimiento entre los actores de la biblioteca. En este sentido hay que hablar de un discurso bibliotecológico que a partir de la explicitación de las razones significativas que mueven a y que justifican las prácticas bibliotecarias en relación con el acceso y la apropiación del conocimiento, las mismas que se rigen por valores tales como la justicia, la equidad, la inclusión social, la solidaridad y la cooperación.
Lo que está por construirse es, pues, una Bibliotecología en tanto que disciplina, y unas prácticas bibliotecarias desde, con y para nosotros mismos, pero a la vez dispuesta a dialogar con las otras esferas del mundo que están ante nosotros y aquí mismo, debido a ese arrollador proyecto de globalización y a las mediaciones tecnológicas.

NOTAS:
[1] VARGAS GUILLÉN, Germán. Filosofía, pedagogía, tecnología: investigaciones de epistemología de la pedagogía y filosofía de la educación. 2ª ed. Bogotá: Alejandría Libros, 2003; p. 103-104
[2] VARGAS GUILLÉN, Germán. Op. Cit. p. 93-94

BIBLIOGRAFÍA:
QUINTERO CASTRO, Natalia; QUIROZ PÉREZ, Angela María; VASQUEZ Q., Nartyjulieth; LOPERA L., Hernando. Objeto de estudio para una bibliotecología orientada al contexto sociocultural colombiano: propuesta abierta al debate.
VARGAS GUILLÉN, Germán. Filosofía, pedagogía, tecnología: investigaciones de epistemología de la pedagogía y filosofía de la educación. 2ª ed. Bogotá: Alejandría Libros, 2003; p. 103-104

jueves, septiembre 01, 2005

Otra Bibliotecología es posible: las bibliotecas no son un mercado

Quizás, por andar soñando despiertos, vamos a chocarnos con muchas cosas, pero tenemos la certeza de que nuestros sueños son posibles, porque queremos ser más que un tropel de profesionales a la servidumbre de un mercado laboral que nos pone como un rubro más junto con las máquinas, los muebles, los estantes y los materiales bibliográficos; porque queremos andar por encima de la estupidez y la desgracia que este sistema asimétrico y desalmado nos ofrece cuando quiere convertir nuestro mundo en un campo de guerra. Porque decidimos aprender a pensar, a actuar y a ser como intelectuales autónomos, críticos, libres y soñadores de un mundo mejor, como actores y creadores de otra realidad en la que se consideren seriamente la justicia social, los derechos humanos, la libertad ciudadana, la identidad cultural, el libre acceso a la información, la alfabetización crítica y la formación de comunidades de lectores y ciudadanos capaces de construir y valorar nuestro propio futuro.

Porque estamos presenciando una realidad enferma, un proyecto de mundo que nos excluye, sospechamos de las ideologías y los valores que nos quieren poner a recitar acríticamente una falsa sociedad del conocimiento, y esa sospecha nos conduce necesariamente a revisar lo que pensamos, lo que tenemos, lo que hacemos y lo que somos, y a descubrir lo que no pensamos, lo que no tenemos, lo que no hacemos y lo que no somos, para proyectar lo que queremos pensar, lo que queremos tener, lo que queremos hacer y lo que queremos ser en correspondencia con la aspiración de todo ser humano y de toda sociedad: ser más. Queremos hacer nuestra propia obra, construir nuestra propia realidad desde nuestra misión bibliotecaria.

Porque nos hemos dado cuenta de que durante más de cinco siglos hemos sido colonizados y amaestrados para no vernos, y porque al hacernos conscientes es nuestra responsabilidad encargarnos de cambiar lo que no nos parece bien, entonces vamos a emprender el caminos de aprender a vernos y a trabajar por el sueño de hacer de nuestro mundo un lugar mejor para la vida, no para la guerra y la muerte.

Sabemos que es posible crear otra forma de habitar el mundo que no sea bajo el imperio de la codicia y la guerra. Porque no es posible seguir padeciendo esta realidad en la que prevalece la lógica de la guerra, queremos encargarnos desde nuestro quehacer intelectual como bibliotecólogos, de soñar y hacer realidad otra realidad donde no impere el miedo y el terror creado, controlado y dosificado por grupos poderosos que sólo buscan ampliar su dominio.

En esta época de destrucción es necesario que empecemos a preparar lo que viene, el tiempo de la búsqueda y el tiempo de la construcción, es necesario que empecemos a recuperar lo recuperable entre lo destruido y a preparar el provenir que queremos.

Tenemos la seguridad de que es posible cambiar para mejorar la parte de este mundo que nos corresponde mediante las prácticas de una bibliotecología social y política.